Al
otro lado del sueño
I.
Ojeras de miedo
Un
puñado de sal en cada mano
y
estampillas de santos a raudales.
Me
convierto en deán de lo pagano,
de
una voz que en la noche me reclama.
Instalado
debajo de mi cama,
sueño,
pienso, desmitifico.
Ideas
en un frasco pinceladas.
Ideas
que se envuelven en listón.
Ideas
que ya nunca volverán.
El
ruido del reloj amplificado,
su
eco casi mueve la cortina,
me
siento tan cobarde, tan letrina,
Un
reino a defender en cada esquina,
sin
ángel protector ni hada madrina,
sin
convicción, ni santos, ni cortinas.
La
lámpara de noche está fundida
y
un grito se me escapa a borbotones.
De
nuevo este sabor a fresas verdes
sobrevive
a mi sueño, le da vida.
Verdes
campos que se mezclan
con
el óxido, sabor a ratas podridas.
Desnuda
su magnetismo
la
realidad y me hiere.
Mientras
tanto el miedo
cabizbajo,
teje y teje
el
porvenir de los sueños
que
a cualquier precio se venden.
Ruido
de cadenas y perros
y
yo empequeñezco solo,
sílaba
por sílaba,
hasta
hacer-
me
na-
da.
II.
Ríos de espera
Arrulla
el río la sombra,
dicen
que lleva en sus aguas
amor
de jóvenes damas.
Inclina
su rama un pino,
dicen
que en sus aguas lleva
amor,
desengaño y pena.
La
eterna canción del viento
que
viene, silva y se va,
dicen
que lleva en sus aguas
amores
que nunca engañan.
la
negrura y los luceros
viene
bordando la aurora.
Dicen
que sus aguas llevan
deseos
de amor que esperan.
Como
tormentas engalanadas de negrura
dicen
que sus aguas han llevado
miradas
lejanas del pasado.
Venas
del color de la mordaza,
olores,
recuerdos olvidados,
memorias
que las aguas se han llevado.
Se
esparce entre lamentos,
esconde
en su vientre
erguidas
ramas de lluvias remotas,
suspiros
de las aguas devotas.
Velas
encendidas como olas encrespadas,
testigos
de labios mustios.
Hoy
las aguas se han llevado
tu
lamento y el mío
que
en el aire se ha perdido.
III.
Angustias danzando en la infancia
Llovía
polvo
sobre
un cerro herido de infamias,
desafiando
a los hijos del espanto.
Tanto
óxido en el umbral del sueño
desgaja
con puñales de acero y odio
el
diccionario de mil y una infancias.
Tartamudean
los oráculos,
Otra
estafa, dos frustraciones,
tres
pueblos ensangrentados,
las
peonías abatidas de lamentos.
La
desmesura del miedo
danza
con los silencios mutilados,
cuatro
piedras inútiles,
cinco
angustias irracionales,
seis
mil llagas debajo de las crines.
Llovía
negrura
sobre
una muñeca de esperanzas plisadas
que
se preguntaba,
enferma
de deseos,
quién
podría hilvanarle las alas.
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