locuras, debraye, un poco de literatura...

martes, 28 de agosto de 2007



Miedo


Soñé el miedo
frente a mi rostro
y le di la espalda.



Cuando desperté
me arrepentí de
no enfrentarlo.




Y de dudar



si ignorarlo en esta vida de vigilia
si cerrar los ojos para no soñar.




Temo seguir siendo un espectro,
clavar mis plantas en la tierra seca,
quebrar mis hojas devaluadas,
disecar costumbres en mi pecho.



Temo la extrañeza de mi verbo,
la apariencia descuidada de mis letras,
cubrir con hielo mi voz.



No quiero ser la sombra que huye,
la pregunta que muere,
espejo opaco sin refracción.



El sueño volverá envuelto en seda,
lo acariciará mi firmeza.
Y así me quedo
de pie
cabalgando este potro salvaje
que es mi conciencia.








Derechos Reservados (DR) © Zita Ixhel Noriega Estrada. México, D.F. 2006

viernes, 17 de agosto de 2007


Nudos del mar.

Se te secan los ojos

al vislumbrar la huidairreparable,

obligatoria,

tan insoportable

como urgente.

La orilla es un río palpitante

con fugas intermitentes

y ausencias que se desbordan

al compás de tu vaivén.

El mar es un nudo de olvidos

amarrándosea la columna

que sostiene tu voz.

Recorres el estrecho camino

de infinito retorno,

con la pregunta frágil,

con la costumbre hecha raíz,

resignándote a seguir el paso,

sintiendo la derrota colgarse de tu espalda.

Colocas tu cabeza,

en el caldo lascivo y devoto,

para que sus pensamientos

sean probados

una y otra vez.




Derechos Reservados (DR) © Zita Ixhel Noriega Estrada. México, D.F. 2006


sábado, 4 de agosto de 2007



Paseo nocturno 3 “Noche roja”




Ella camina por el pasillo que la va emparedando mientras más se acerca al último azulejo que es visible, dobla el paso y se pierde en aquella mirada estática. Roberto se clava pasadores, sutura los tejidos para no dejar fluir la sustancia ácida que poco a poco lo desintegra. Aquello que navega en su errático ser.

Es tan fácil traspasar, enterrar una uña. Es en verdad fácil provocar ilusiones vibrantes, emular estructuras ligadas con velos de compromiso, fingir una escena esencial. Pero ahora Estela comprendería el riesgo en el juego, desearía de momento derrocar el plinto de aquel capitel que ese día levantó.

No voy a hacer enunciación con detalles, cuando se pierde dignidad y confianza se rompe cualquier estabilidad. Nada se construye con vigas de cera.

¿Y qué procede ahora? Veo fraguado el deseo delirante que me acosaba sin ceder, sin pausas, un latido ansioso. Mas aún conservo el vacío. Absurdamente confiaba en su letal extinción, pero tal no funcionó, como con Estela. Si tan sólo hubiera querido, si otra hubiese sido su decisión. La mía sólo pudo ser así.

La noche anterior se fue cerrando, Roberto se asfixiaba entre cuerdas de hipocresía. El había comprado una verdad, él aseguró haber escuchado mencionar a Estela la infinitud de las horas juntos. ¿Por qué razón no creer lo que siempre se buscó escuchar? Se preguntó Roberto mientras las palabras aún causaban resonancias temblorosas. Después de haber escuchado por séptima vez esas frases vacías, arrojadas al frasco de falsedades, se quitó el cobre de sus botas, caminando ligero y objetivo. El recorrido no fue cansado, los pasos se adelantaban dejando atrás fantasmas. Era un edificio de cristal levantándose frente a sus pupilas, por donde la vista traspasaba y hallaba el punto.

Nada hay que limite mi vuelo, no soy una víctima encarnada, ni es mi pretensión. Mas ahora, sin oros ni sedas, soy bruto y rojizo palpitante. Ahora soy delirio, buscando gastar mi aceleración, callar el grito estridente. Quebrarme y derrocar la estabilidad, sólo ahogar aquello que me prohíbe ser, que me bloquea el conducto sanguíneo. Me debo al exterminio.

Roberto se elevó sobre rojos escalones, impulsándose con barandales rojos, observando cuadros congelados desde su roja mirada. Llegó a la celda, miró a Estela con gozo, salivando, degustando con ansiedad cada movimiento. Tomó la almohada más próxima y con la mayor fuerza la impactó contra el rostro de aquella mujer, sosteniéndola firme para así aprisionarla. Mas al momento de rozar su mano sintió frío, estaba rígida. Estela ya había muerto momentos antes, alguien se adelantó a los pasos de Roberto.




Derechos Reservados (DR) © Zita Ixhel Noriega Estrada. México, D.F. 2006
Llanto




Camino aletargado.
Palabras quemando
entre la muerte.
Estrelladas en espuma.

Palabras que el viento
dispersa, al crepúsculo.
La tierra hecha en pájaros,
el tesoro del cielo.


Bailo mientras lloro.
Ciudad que descansa
en el milagro.

Convulsa
como mar en tus brazos.
Bajo tu arco tiemblo,
como agudas flechas
inminentes
que se entierran,
olfateando la presa
cual jauría.

Las uvas ceden
comunicando
el selecto júbilo.
Somnolencia
de una fiera
que turba
la vecindad del ser.





Derechos Reservados (DR) © Zita Ixhel Noriega Estrada. México, D.F. 2006



Quebrando el silencio

María siente que se le escapa la vida por las uñas. El sueño le recorre desde los cabellos, cruzando por sus palpitaciones hasta desvanecerse en sus manos, su ansiedad se estrella como mar entre rocas, al filo de la demencia.

Nada cambia, el mismo niño que hay que mecer, es sólo que hoy la paciencia se quedó escondida detrás de sus pestañas y no se animó a hacerse visible. Hoy el niño irrumpe en un chillido que estalla agresivamente en sus conductos auditivos. María mece con la mano gris, fantasmal, casi se desvanece. Entonces el niño calla.

Ella duerme con un sueño pausado, intermitente. De pronto vislumbra entre sus proyecciones el rostro de su madre, ella la golpea, le entierra en su espalda el tacón de una zapatilla. Después procede a amarrarla y la encadena a un tubo. María se mezcla entre el agua sucia y el metal oxidado, aspira corrientes de violencia y desamparo. Ese sueño la recarga de una cierta agresividad inevitable.

De nuevo el niño revienta el silencio y lo quiebra como vidrio astillado. María despierta con sobresalto, con la desesperación en la garganta amarrándose a su cuello, sintiéndose aprisionada, como en aquella infancia. Vuelve a mecer al niño, aunque ahora con mayor fuerza. Finalmente el silencio regresa.

María inmersa entre páginas de ensoñación encuentra una puerta cerrada. La abre y frente a ella un vació, al dar el paso cae en una infinita soledad. Un hombre le embarra su mugre, la contamina, deja caer su perversidad por entre sus piernas. Ella vuelve a llorar cinco veces en el sueño, y vuelve a caer indefensa en las trampas del abuso.

El llanto inadvertido del niño la ha traído de vuelta. Es una carga doble, soportar la pesadilla y la brusca queja de ese niño. María sólo desea dormir, se encuentra perdida en un laberinto, vuelve a sentir la gruesa saliva del hombre recorriendo su mejilla. Mece al niño ahora con agresividad. Hasta que consigue arrullarlo.



Encuentra el instante para dormir. Ahora se encuentra frente a un muro, débil y mal construido, intenta robarse un ladrillo cuando todo se le viene encima. Los rojos ladrillos caen en su cabeza, así como caen también, a su cerebro, las palabras de su tía llamándola tonta, descuidada, niña mala, retrasada fue la más fuerte. Ella palidece y se derrite hasta fundirse con el pavimento.

Esta sería la última vez que ese niño llorara. María saltó de la cama decidida a terminar con el obstáculo. No pretendería seguir escuchando esos gritos, ninguno, no los del niño, no los de su conciencia.

- Ya cállate maldito niño. Eres una molestia. Eres lo único que me impide dormir. Así que mejor me deshago de ti.

María no dudó, no se detuvo, simplemente aprisionó al niño, como lo hubiese hecho con su madre, o aquél hombre sucio, o su tía histérica. Cerró la ventana de las branquias del bebé. El bebé se arrugó como una hoja seca y se deshizo. Entonces María pudo dormir tranquila, sintiendo que los había matado a todos.

Era sólo una niña, una niña de 11 años. Pero una niña necesita dormir en paz, con el sueño liviano. Necesita dormir.


Derechos Reservados (DR) © Zita Ixhel Noriega Estrada. México, D.F. 2006















Minerva Macabra

Sólo veo la imagen perfecta y tus sones divinos.
Sólo lucho Minerva, que mece hambrienta mi savia.
Sube el incendio al lecho, al lecho que es permisible.
Que se apure mi vida, que ame tu sombra alejada
del destierro latente que gira y me tunde cual fragua.

Y si yo te viera tan necia y banal tras la copa,
con el puro atado a la calma,
con entuertos que acabarán en agua,
por los talles y el mármol del viento
ver nacer tu lirismo en mis pies.
¡Oh destella macabra que en el cobre de tu coche crece llena de encanto!
Sólo te cubre lo vano forjado con mora,
sólo te cubren los rublos
que emiten los cielos
de esta dura vileza.

Y si acaso en tu asunto tan bruta has gozado a tu dueño,
¿Quién en tu vientre estaría?
¿Qué cama está en la mente? ¿Qué guiño que tiembla
y te pasma en la noche?
Se va el tiempo en los rostros,
Se va el pico en la carne,
Se va en tu sola caída el ardor de la piedra que cala con frío.
Y no busco encontrarte y no busco sentirte en mi obra.
Y no busco morir como roca en la hiedra,
por fervor al saciar esta vida que aclamas,
y decirte amante.

¡Ah el dolor que crece!
Derrotada por Minerva.





Derechos Reservados (DR) © Zita Ixhel Noriega Estrada. México, D.F. 2006

MANIAC--- Jennifer Beals

Margarito Pornstar

Margarito se sorprende